A LOS AMANTES DE NUESTRO PASADO

A LOS AMANTES DE NUESTRO PASADO, DE NUESTRAS GESTAS Y BATALLAS, DE NUESTROS HEROES Y NUESTROS SANTOS. A VOSOTROS QUE SOÑAÍS CON NUESTRA HISTORIA: BIENVENIDOS

domingo, 21 de agosto de 2011

EL CID: DE VALENCIA HASTA EL FINAL

A pesar de lo que podría suponer para la Reconquista, ningún rey se había atrevido con Valencia. Estaba lejos, y para llegar a ella había que atravesar las tierras de varios reyezuelos y gobernadores moros colocadas entre sierras y desfiladeros. El Cid aprovechó ciertos disturbios interiores que había en la misma Valencia y con una lúcida tropa de castellanos y moros de Zaragoza se dirigió contra ella, presentándose como mediador y yendo en realidad en plan de ensayo y tanteo. Por el camino fue haciendo la labor más difícil, que era la de asegurarse las espaldas venciendo a los reeyezuelos intemedios. Así consumó la empresa y llegó hasta Valencia y consiguió entrar en la ciudad, pero no se apoderó de su gobierno. Se limitó a apaciguar los bandos enfrentados y asegurar en el trono al rey moro, haciéndolo su amigo y exigiéndole el pago de un tributo.
Ya se había retirado el Cid de Valencia, caundo empezaron a llegar noticias que le llenaron de inquietud. Como respuesta a la toma de Toledo por Alfonso VI, los reyes moros decidieron llamar en su socorro a los almorávides del norte de Africa. Estaban ya en españa y avanzaban rápidamente de Norte a Sur. Su empuje era arrollador y amenazaban con corvertir otra vez la España árabe en un reino único y fuerte como enla época de Córdoba. Es en tonces cuando al Cid le viene la idea nacional de Reconquista de forma clara y urgente. Ya no basta el sistema de razzias que se han venido empleando durante siglos. Ni bastan tampoco las alianzas y componendas con los reyezuelos moros. Ante las favorables noticias del avance de los almoravides, los moros de Valencia se han sublevado y destronado al rey amigo.

Hay que pensar en las conquistas serias y defiitivas, conservando los pueblos conquistados y permaneciendo en ellos. A su rey Alfonso VI le corresponde resistir a los almoravides por Castilla  y Portugal; a él le toca el sagrado deber de cortarles el paso por el Levante. El Cid reúne un ejército superiror al de antes y sale de nuevo sobre Valencia. Ahora va dejando guarniciones en los pueblos conquistados formando así una verdadera línea de combate. Rodea Valencia, le corta los caminos y el agua y la aprieta con verdadera impaciencia. A los pocos meses Valencia, enferma de hambre y de sed, tuvo que rendirse y sus puertas se abrieron para dar paso al Cid victorioso.

El Cid, leal vasallo siempre, toma posesión de Valencia en nombre de su rey Alfonso, y aún parece que le envión desde la cliudad ganada, regalos y presentes en señal de acatamiento. Este rasgo conmovió a los poetas del romancero que en repetidos versos cuentan la carta, a la par orgullosa y humilde, que desde Valencia enviaría el Cid a su Rey:
Poderoso rey Alfonso,
Reciba vuestra grandeza
de un hidalgo desterrado
la voluntad y la ofrenda:
que con su espada en dos años
te ha ganado el Cid más tierra
que te dejó el rey Fernando,
tu padre, que en gloria sea.

El Cid rápidamente atendió a todo. Convirtió en Catedral la Mezquita y estableció en el Alcázar su residencia. Hizo venir de Castilla a su mujer y sus hijas. Toda su sabiduría parda de aldeano de Burgos y todo su fino conocimiento de los moros, le fueron precisos para hacer su mando sabio, justo y prudente.
Los almorávides en su avance arrollador llegaron hasta las puertas de Valencia, pero allía habían sido detenidos por el Cid. Una y otra vez intentaron superar las murallas, pero se estrellaron siempre frente a las tropas del gran Campeador. Agotado de tan dura tarea y enfermo de fiebres muere en valencia. Tenía al morir cincuenta y siete años. Jimena Díaz conservó el gobierno de valencia algún tiempo, pero finalmente tuvo que pedir auxilio al rey Alfonso, pero este le contestó que no le era posible sostener una ciudad sitiada tan lejos de su reino. Entonces Jimena, con su gente, se decidió a abandonar Valencia y así acabó la magna empresa del Cid.

Por el camino que años antes recorriera victorioso, cruzando sierras y desfiladeros, va Jimena Díaz, con sus gentes, vestida de largas tocas de luto. Detrás de ella sobrre una mula, va un largo cofre, con argollas de hierro. Dentro va el cuerpo de Rodrigo Díaz, el Cid Campeador. Aquel muerto que cruzaba, de retorno de su amada Valencia, los campos de Aragón y Castilla, iba dejando tras desí u na lección viva. La lección de la idea total y nacional de la Reconquista. Cuando la lección fue aprendida y se siguió, vino la época de las grandes conquistas. Las victorias de San Fernando y de Jaime I el Conquistador: esas son las verdaderas batallas que el Cid ganó después de muerto.

lunes, 15 de agosto de 2011

EL CID SALE PARA EL DESTIERRO


El ciego sol se estrella
En las duras aristas de las armas,
llaga de luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.
El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos,
polvo, sudor y hierro, el Cid cabalga


Poco después de su boda el rey, tras otro conflicto con el Cid, ordena que este salga de su reino. El Cid respetuoso, besa la mano de su rey y se dispuso a salir ppor los caminos a buscar su pan y si gloria. Lleva consigo un ppelotón de buenos castellanos que voluntariamente se han prestado a seguirle y a ir con él a buscarse la vida y la fama. Son pocos, pero muy escogidos. Los mejores han querido venirse con él. La tropa del Cid es como un pedazo de Castilla en movimiento: hay en ella igualda y jerarquía, tanto el mando como la obediencia están hechos de dignidad y de amor. En una ocasión, al mandar levantar las tiendas de campaña para seguir caminando, vienen a decirle que la mujer del cocinero está enferma. El Cid pregunta cuánto tiempo creen que tardará en ponerse buena y poder caminar. Le dicen: “Diez días”. Y el Cid contesta: “Que vuelvan  a colocar las tiendas. Dentro de diez días nos pondremos en camino”.

Adelante…¿Hacia dónde? El Cid, hombre prudente, deberá seguir, por lo pronto, el camino que solían emprender en su tiempo todos los desterrados que se veían obligados a buscarse la vida. Deberá ir a ofrecer sus servicios a algún señor poderoso en unión de cuyas tropas su esfuerzo podrá ser más eficaz. Piensa primero en ofrecerse al Conde de Barcelona pero este no acepta el ofrecimiento del castellano. Entonces el Cid decide ofrecerse al rey moro de Zaragoza, que era aliado y amigo de su rey, Alfonso VI. Esta amistad y alianza era importantísima para el reino de Castilla, que de este modo tenía guardado su flanco o frontera del Este. El Cid, como buen castellano y vasallo del rey Alfonso, se decidió a ir a Zaragoza.

Después de varios días de camino el Cid pudo descubrir a lo lejos La Ciudad Blanca, que era el nombre que entonces se le daba a Zaragoza. La llamaban así por tener las murallas de piedra caliza. La blancura de la ciudad se veía desde muchas leguas de distancia y aún en las noches de poca luna parece ser que relucía en la oscuridad. Esto hacía pensar a los buenos cristianos que era un resplandor milagroso de candor y blancura que envolcía a Zaragoza por guardar en su interior a la Virgen del Pilar.A los pocos días , el Cid estaba en Zaragoza. El rey le acogió con muy buena amistad, y al poco tiempo, el Cid con su agudeza y buen sentido, se había apoderaado por completo de su afecto y era su amigo íntimo y consejero inseparable. El Cid aprendió árabe y se ganó la confianza de todos.

No aprovechó esta situación para apoderarse del reino en el que entró como amigo. Le bastaba que el reino fuera aliado de su rey, al que siempre guardó lealtad en su destierro, para no hacerlo. El Cid pensaba en una gran política española de atracción de los moros amigos y , para con auxilio de ellos, y aprovechando la desunión de los reyes de taifas, vencer a los reinos más cercanos de Valencia, Sevilla o Granada. Era una grande y hábil política de Reconquista. Desde su estancia en Zaragoza, el  Cid ya no dejó nunca de  en sus tropas bastantes moros aliados y amigos. Con la ayuda de estos, el Cid escogió Valencia como mira y objeto de su esfuerzo millitar. La situación de Valencia para la reconquista contra los árabes, significaba el corte en dos frentes de la zona mora; significaba dejar aislado y ya sin más recurso que hacerse del todo español, el reino de Zaragoza.

sábado, 6 de agosto de 2011

EL CID CAMPEADOR

EL CID  I
(Integramente obtenido y resumido de “Historia de España contada con sencillez, de José María Pemán.)

LA ALDEA DE VIVAR
Había nacido en Vivar, una de esas aldeas de la parte más alta de Burgos, de casas bajas y de color pardo, que parece que se agachan y aprietan, como un bando de gorriones contra el suelo, pardo también para confundirse con él y que no se las vea. La tierra que rodea la aldeíta es también como ella, disimulada y humilde. Parece un desierto de color muerto y tostado. Sin embargo, es tierra rica, de pan llevar, que da buen trigo y buena cebada.
Aquel buen caballero fue como esa misma tierra: serio, callado, talentoso, sin grandes apariencias y ruidos. Su cosecha no fue vistosa cosecha de flores. Fues cosecha de trigo. Cosecha de grandes hechos y de sabias lecciones.
Por ser en todo pardo y sencillo, como su tierra, no era de  la principal nobleza, aunque sí de familia honrada y de limpio linaje. Luego, por sus hechos, alcanzó gran renombre. Los moros le llamaron Cid, que quiere decir Señor, y los cristianos Campeador, o sea, hombre de batallas y combates.

EL CID ALFEREZ:
El Cid, era hombre de regular estatura, ancho de espaldas, de ojos vivos y una larga barba negra. No parece que fuera un niño precoz, si no más bien tardo y lento para aprender, pero seguro para retener y aprovechar lo sabido. No era como se creyó mucho tiempo, un simple soldado, rudo, ignorante y de poco saber. Sabía escribir, cosa que no era corriente en su época. Se han encontrado varios escritos de su puño y letra: y algunos de ellos escritos en latín, lo que demuestra que conocía tambien esa lengua. Su gloria no está únicamente en sus hechos de armas, sino sobre ls ideas claras que tuvo sobre las necesidades de España y el camino a seguir para su grandeza y aumento.
Siendo joven, aparece al servicio del rey don Sancho de Castilla, el hijo mayor de Fernando I. Tenía en su reino el cargo de alférez, o sea, jefe supremo de la tropa. En tiempos del Cid, como el ejército no era sino una masa de hombres unida, sin divisiones ni compañía, el alférez mandaba toda esa masa y unidad.
LA JURA DE SANTA GADEA
A las órdenes del rey Don Sancho, hizo el Cid sus primeras campañas en la guerra que este rey sostuvo con su hermano Alfonso VI. A sus órdenes seguía cuando el rey Don Sancho fue muerto a las puertas de Zamora. En seguida fue proclamado rey de Castilla y Leon con el nombre de Alfonso VI.
Una vieja leyenda supone que cuando el rey nuevo, Alfonso VI, fue a coronarse en la iglesia de Santa Gadea, el Cid se le presentó delante y en forma destemplada le esigió que antes de recibir la corona, jurase ante todos los que allí estaban que no había tenido parte alguna en la muerte de su hermano Don Sancho, en Zamora:
“Que te maten rey Alfonso,
manos torpes de villanos,
con cuchillos cachicuernos
no con lanza ni con dardo.
Por las aradas te maten
Que no en villa ni poblado,
Te saquen el corazón
por el izquierdo costado,
si no dijeses la verdad
cuando seas preguntado:
Si fuiste tú o consestiste
en la muerte de tu hermano."
Al poco tiempo, el Cid dejó su cargo de  alférez y se retiró a vivir a su aldea de Vivar.

EL CID, SEÑOR DE VIVAR
Tenía entonces treinta años: estaba en la flor de la edad y sin embargo le vemos encerrarse, durante diez, en su casa y llevar una vida patriarcal y tranquila que parece lo más opuesto a su futura gloria militar. El era el señor de la aldea. El “señor” en Castilla, quería decir un poco el padre y amigo de todos. Durante aquellos años es el hombre prudente y de buen consejo, que resuleve los pleitos y las disputas entre vecinos, aplicando severamente las leyes, de las que era y fue siempre muy menudo conocedor. Y si monta a caballo alguna vez, no es para guerrear, sino para hacer un favor al vecino alcanzándole la vaca o el carnero huido del ganado.
De este modo disimulado y pardo como aquella tierra, el Cid se preparaba para su futura cosecha de gloria: templaba su voluntad, aprendía a conocer a la gente y se llenaba de sereno sentido de justicia. El Cid era lento y prudente pero seguro. Representa esa parte que pone Castilla en el espíritu español: menos brillante quizás que la viveza de Levante o el ingenio del sur, pero que nos da unido a todo eso, unos granos de esa seriedad y buen sentido que tanto se suelen admirar en otros pueblos.

JIMENA
El rey Don Alfonso no dejaba de mirar con recelo al antiguo alférez de su hermano. Unas veces vigilándole como a un sospechoso. Otras, halagándole con favores y dávidas. Uno de esos halagos consistió en influir en el rey para que se casara con Jimena: matrimonio brillante, pues Jimena era de mucho más ilustre familia que él y tenía sangre de reyes.
Fue una boda de cabeza y de corazón, como toda la vida del Cid. Y por los datos que se tienen, parece que el matrimonio fue feliz, con una felicidad casera y cristiana. Según el poema del Cid, el más viejo libro de poesía española, cuando el Cid marchaba a la guerra, se separaba de Jimena con todo dolor, como la uña de la carne. Y delante de Valencia, el Cid procura pelear mejor que nunca contra los moros, porque sabe que Jimena le está mirando desde las murallas de la ciudad.