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domingo, 17 de julio de 2011

PERSONAJES DE LA RECONQUISTA, SIGLO X: RAMIRO II

Ramiro II de León, llamado el Grande (c. 898 - León, enero de 951) fue el quinto rey de León (931 - 951) y uno de los más notables monarcas leoneses. Sus enemigos musulmanes lo llamaron El Diablo por su ferocidad y energía.
Hijo de Ordoño II, a la muerte de su padre, y tras ayudar a su hermano Alfonso a deponer a Alfonso Froilaz, hijo de Fruela II, se hizo con el dominio del norte de Portugal (926), al que añadió el de Galicia cuando murió su hermano Sancho en 929.
Luchó activamente contra los musulmanes. Derrotó a las huestes del califa omeya Abderramán III en la Batalla de Simancas (939), una de las más importantes de la Historia de España.

Ramiro se hizo coronar en León, según la Nómina Leonesa, el 6 de noviembre de 931. En 932, el nuevo Rey se trasladó a Zamora con objeto de armar un gran ejército para socorrer a la ciudad de Toledo, que le había pedido ayuda contra Abderramán III. Sin embargo, por entonces Alfonso IV ya se había arrepentido de su renuncia al trono, por lo que se trasladó a León con sus partidarios para recuperar el poder. Enterado Ramiro II de tales movimientos por mensaje del obispo Oveco, a quien había encomendado el gobierno en su ausencia, marchó sobre León con sus tropas e hizo detener y encerrar en un calabozo a su hermano.

Al comienzos del verano del año 933, el propio Califa, se presentaba con su ejército frente a San Esteban de Gormaz o Castromoros, de lo que Ramiro tuvo noticia por correos que le envió Fernán González. Una vez oído lo cual, según el cronista Sampiro, el rey puso en movimiento su ejército y salió contra ellos en un lugar llamado Osma, e invocando el nombre del Señor, mandó ordenar sus huestes y dispuso que todos los hombres se preparasen para el combate. El Señor le dio gran victoria, pues matando a buena parte de ellos y haciendo muchos miles de prisioneros trájolos consigo y regresó a su ciudad con señalado triunfo.

El verano del año 934, otra poderosa aceifa cordobesa marchó sobre Osma, y avanzando por el corazón de Castilla llegó hasta Pamplona, donde obtuvo la sumisión de la reina Toda de Pamplona, volvió sobre Álava y luego sobre Burgos y el monasterio de Cardeña -donde dio muerte a 200 monjes-, comenzando a retroceder desde Hacinas, acosado por guerrillas y emboscadas. Ramiro llegó al Duero cuando el ejército cordobés ya había alcanzado Burgos y Pamplona. Tomó sin gran esfuerzo la fortaleza de Osma y esperó allí el regreso de su enemigo, que marchaba por el mismo camino de entrada. Los Anales Castellanos Primeros resumen la acción que subsiguió: Segunda vez vinieron los moros a Burgos, en la era 972 (año 934). Pero nuestro rey Ramiro les salió al encuentro en Osma y mató a muchos millares de ellos.

Después de la pérdida de la estratégica Zaragoza, es fácil comprender la airada reacción del envanecido Abderramán III, tantas veces humillado y castigado por un rey cristiano tan notable como escaso en recursos. Tras cercar y conquistar Calatayud, Abderramán conquistó uno tras otro todos los castillos de la zona. Al llegar a las puertas de Zaragoza, Abu Yahya capituló, acción que el califa aprovechó para emplearlo en una ofensiva contra Navarra que concluyó en la capitulación de la reina Toda, que se declaró vasalla del califa.

"El califa omeya concibió entonces un proyecto gigantesco para acabar de una vez por todas con el reino leonés, al que denominó gazat al-kudra o campaña del supremo poder. El omeya reunió a más de cien mil hombres alentados por la llamada a la yihad. Desde la salida de Córdoba se dispuso que todos los días se entonase en la mezquita mayor la oración de la campaña, no con sentido deprecatorio, sino como anticipado agradecimiento de lo que no podía menos de ser un éxito incontrovertible."
A la cabeza de tan imponente fuerza militar, el califa cruzó el Sistema Central, adentrándose en territorio leonés en el verano de 939. Ramiro II reunió una coalición navarra, leonesa y aragonesa que aniquiló a los ejércitos del califa en agosto de 939, en la batalla de Simancas, una de las más destacadas no ya de la historia de España, sino de la de Europa.

Abderramán III "escapó semivivo" dejando en poder de los cristianos un precioso ejemplar del Corán, venido de Oriente, con sus valiosas guardas y su maravillosa encuadernación, y hasta su inestimable cota de malla, tejida con hilos de oro, que el sobresalto del suceso no le dejó tiempo a vestir. Del campamento mahometano "trajeron los cristianos muchas riquezas con las que medraron Galicia, Castilla y Álava, así como Pamplona y su rey García Sánchez".

Esta victoria permitió avanzar la frontera leonesa del Duero al Tormes, repoblando lugares como Ledesma, Salamanca, Peñaranda de Bracamonte Sepúlveda y Guadramiro.

Sobrevinieron unos años de relativa tranquilidad, únicamente salpicados por las continuas razzias musulmanas. En 950 el monarca leonés partió desde Zamora hacia su última aventura en tierras mahometanas, realizando una expedición de saqueo por el valle del Tajo, derrotando una vez más a las tropas califales en Talavera de la Reina, matando según Sampiro, a 12.000 musulmanes y apresando otros 7.000, obteniendo además un rico botín.

El Rey de León, físicamente decaído, fue sustituido por su hijo, el futuro Ordoño III, quien prácticamente se hizo cargo de los asuntos del reino. Al regreso de un viaje a Oviedo se vio aquejado de una grave enfermedad, de la que no conseguiría recuperarse.

El último acto público de su vida fue su abdicación voluntaria en León, la tarde del día 5 de enero de 951, cuando el Rey debía de contar unos 53 años. Creyéndose próximo a la muerte se hizo llevar a la Iglesia de San Salvador, contigua al Palacio, y a presencia de todos se despojó de sus vestiduras y vertió sobre su cabeza la ceniza ritual, uniendo en el mismo acto la renuncia solemne al trono y la práctica de la penitencia pública in extremis, con la misma fórmula que en su día pronunciara San Isidoro de Sevilla.

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