Alfonso VI de León (1047[1] - Toledo, 1 de julio de 1109), llamado el Bravo, fue rey de León (1065–1109), de Galicia (1071–1072; 1072–1109) y de Castilla (1072–1109)
Alfonso tuvo que enfrentarse desde muy pronto con los deseos expansionistas de su hermano Sancho quien, como primogénito, se consideraba el único heredero legítimo de todos los reinos de su padre. Los conflictos se inician cuando en 1067 fallece la reina Sancha, suceso que abrirá un periodo de siete años de guerra entre los tres hermanos y cuyo primer acto tendrá lugar el 19 de julio de 1068 cuando Alfonso y Sancho se enfrentan en Llantada, en un juicio de Dios en el que ambos hermanos pactan que el que resultase victorioso obtendría el reino del derrotado. Aunque Sancho vence, Alfonso no cumple con lo acordado a pesar de lo cual las relaciones entre ambos se mantienen como demuestra el hecho de que Alfonso acudiera, el 26 de mayo de 1069, a la boda de Sancho con una noble inglesa llamada Alberta y donde ambos decidieron unirse para repartirse el reino de Galicia que le había correspondido a García, el menor de los hijos de Fernando I.

El asesinato de su hermano Sancho, que no dejó descendencia, permitió a Alfonso recuperar su trono y reclamar para sí Castilla y Galicia.En este momento, la Leyenda de Cardeña acerca del Cid (siglo XIII) sitúa la jura exculpatoria de la posible participación de Alfonso en el asesinato de su hermano, que tomó El Cid en la iglesia de Santa Gadea de Burgos (Jura de Santa Gadea) y que provocarían una relación de desconfianza mutua entre ambos, aunque Alfonso intentó un acercamiento al ofrecerle en matrimonio a su sobrina Jimena Díaz junto a la inmunidad de sus heredades. Estos hechos y sus consecuencias llegarían con el tiempo a ser considerados históricos por multitud de cronistas e historiadores, aunque en la actualidad la mayor parte de estos rechazan la historicidad del episodio.

En 1074 había fallecido envenenado en Córdoba su vasallo y amigo, el rey de la taifa de Toledo Al-Mamún a quien sucedió su nieto Al-Qádir quién, en 1084, solicitó por segunda vez la ayuda de Alfonso ante un levantamiento que pretendía derrocarle. Alfonso aprovechó el llamamiento de ayuda del rey taifa para sitiar Toledo ciudad que caería el 25 de mayo de 1085 y al-Qadir fue enviado como rey a Valencia bajo la protección de Alvar Fáñez.
Tras esta importante conquista, el monarca se tituló emperador de las dos religiones y como gesto ante la importante población musulmana de la ciudad se compromete, además de respetar las propiedades de estos, a reservarles la mezquita mayor para su culto.
La ocupación de Toledo, que permite a Alfonso VI incorporar el título de rey de Toledo a los que ya ostentaba, llevó a la toma de ciudades como Talavera y de fortalezas como el castillo de Aledo. También ocupa la entonces ciudad de Mayrit en 1085 sin resistencia, probablemente mediante capitulación. La incorporación del territorio situado entre el Sistema Central y el río Tajo, servirá de base de operaciones para la corona leonesa, desde donde podía emprender un mayor hostigamiento contra las taifas de Córdoba, Sevilla, Badajoz y Granada.

En Sevilla, el ejército almorávide se une a las tropas de los reinos taifas y se dirigen a tierras extremeñas donde, el 23 de octubre de 1086, se enfrentan en la batalla de Zalaca a las tropas de Alfonso VI que se había visto obligado a abandonar el sitio a que sometía a la ciudad de Zaragoza. La batalla se salda con la derrota de las tropas cristianas que regresan a Toledo para defenderse, pero el emir no supo aprovechar la victoria, pues regresó apresuradamente a África a causa de la muerte de su hijo.
Alfonso solicitó a los reinos cristianos de Europa la organización de una cruzada contra los almorávides que habían recuperado casi todos los territorios que Alfonso había conquistado, con la excepción de Toledo, ciudad en la que Alfonso se hacía fuerte.Aunque la cruzada no llega finalmente a organizarse, sí provoca la entrada en la península de un importante número de cruzados entre los que destacan Raimundo de Borgoña y Enrique de Borgoña que contraerán matrimonio con dos hijas de Alfonso, Urraca (1090) y Teresa (1094) lo que va a provocar la entrada de la dinastía borgoñona en los reinos peninsulares.


En 1097 se produce un cuarto desembarco almorávide. La noticia la recibe Alfonso VI cuando se dirigía a Zaragoza para prestar ayuda a su vasallo el rey Al-Musta'in II en su enfrentamiento con el recién coronado Pedro I de Aragón. El objetivo almorávide es nuevamente Toledo, en cuyo camino se encuentra el castillo de Consuegra y donde, el 15 de agosto, se encontrarán con las tropas cristianas que nuevamente resultarán derrotadas en la batalla de Consuegra lo que supondrá la confirmación del periodo de decadencia del reinado de Alfonso VI que ya se había iniciado en 1086 con la derrota de Zalaca.
En 1102, Alfonso envía tropas en auxilio de Valencia frente a la amenaza almorávide. La ciudad había sido conquistada en 1094 por El Cid y desde la muerte de éste, en 1099, estaba gobernada por su viuda Jimena. La batalla tuvo lugar en Cullera sin un claro vencedor, aunque Valencia cayó en manos almorávides ante lo costoso que resultaba para Alfonso defender esta plaza.

Alfonso VI falleció en la ciudad de Toledo el día 1 de julio de 1109, a los sesenta y dos años de edad. Su cadáver fue conducido a la localidad leonesa de Sahagún, siendo sepultado en el Monasterio de San Benito de Sahagún, cumpliéndose así la voluntad del monarca