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domingo, 24 de julio de 2011

PERSONAJES DE LA RECONQUISTA, SIGLO X: ALFONSO VI

Alfonso VI de León (1047[1] - Toledo, 1 de julio de 1109), llamado el Bravo, fue rey de León (10651109), de Galicia (10711072; 10721109) y de Castilla (10721109)
Alfonso tuvo que enfrentarse desde muy pronto con los deseos expansionistas de su hermano Sancho quien, como primogénito, se consideraba el único heredero legítimo de todos los reinos de su padre. Los conflictos se inician cuando en 1067 fallece la reina Sancha, suceso que abrirá un periodo de siete años de guerra entre los tres hermanos y cuyo primer acto tendrá lugar el 19 de julio de 1068 cuando Alfonso y Sancho se enfrentan en Llantada, en un juicio de Dios en el que ambos hermanos pactan que el que resultase victorioso obtendría el reino del derrotado. Aunque Sancho vence, Alfonso no cumple con lo acordado a pesar de lo cual las relaciones entre ambos se mantienen como demuestra el hecho de que Alfonso acudiera, el 26 de mayo de 1069, a la boda de Sancho con una noble inglesa llamada Alberta y donde ambos decidieron unirse para repartirse el reino de Galicia que le había correspondido a García, el menor de los hijos de Fernando I.

Alfonso, desde su exilio en Toledo, logra el apoyo tanto de su hermana Urraca como de la nobleza leonesa que se hacen fuertes en la ciudad de Zamora obligando a Sancho, en 1072, a sitiar la ciudad para someterla. En el transcurso del asedio el rey Sancho recibió la muerte. La tradición narra el episodio con el detalle de que durante el cerco, un noble zamorano llamado Vellido Dolfos se presentó ante el rey como desertor y, con la excusa de mostrarle los puntos débiles de las murallas, lo separó de su guardia y consiguió acabar con su vida de una lanzada, aunque no hay constancia alguna de que la muerte de Sancho se debiera a una traición; pudo ser debida a un lance bélico propio de la situación de sitio.

El asesinato de su hermano Sancho, que no dejó descendencia, permitió a Alfonso recuperar su trono y reclamar para sí Castilla y Galicia.En este momento, la Leyenda de Cardeña acerca del Cid (siglo XIII) sitúa la jura exculpatoria de la posible participación de Alfonso en el asesinato de su hermano, que tomó El Cid en la iglesia de Santa Gadea de Burgos (Jura de Santa Gadea) y que provocarían una relación de desconfianza mutua entre ambos, aunque Alfonso intentó un acercamiento al ofrecerle en matrimonio a su sobrina Jimena Díaz junto a la inmunidad de sus heredades. Estos hechos y sus consecuencias llegarían con el tiempo a ser considerados históricos por multitud de cronistas e historiadores, aunque en la actualidad la mayor parte de estos rechazan la historicidad del episodio.

Consolidado en el trono leonés, Alfonso VI dedica los siguientes catorce años de su reinado a engrandecer sus territorios mediante conquistas como la de Uclés y los territorios de los Banu Di-l-Nun.Pero su gran expansión territorial la hará a costa de los reinos taifas musulmanes, para lo cual Alfonso siguió con la práctica de explotación económica mediante el sistema de parias consiguiendo que la mayor parte de los reinos de taifas de la España musulmana fuesen sus tributarios, práctica a la que unió la presión militar


En 1074 había fallecido envenenado en Córdoba su vasallo y amigo, el rey de la taifa de Toledo Al-Mamún a quien sucedió su nieto Al-Qádir quién, en 1084, solicitó por segunda vez la ayuda de Alfonso ante un levantamiento que pretendía derrocarle. Alfonso aprovechó el llamamiento de ayuda del rey taifa para sitiar Toledo ciudad que caería el 25 de mayo de 1085 y al-Qadir fue enviado como rey a Valencia bajo la protección de Alvar Fáñez.

Tras esta importante conquista, el monarca se tituló emperador de las dos religiones y como gesto ante la importante población musulmana de la ciudad se compromete, además de respetar las propiedades de estos, a reservarles la mezquita mayor para su culto.

La ocupación de Toledo, que permite a Alfonso VI incorporar el título de rey de Toledo a los que ya ostentaba, llevó a la toma de ciudades como Talavera y de fortalezas como el castillo de Aledo. También ocupa la entonces ciudad de Mayrit en 1085 sin resistencia, probablemente mediante capitulación. La incorporación del territorio situado entre el Sistema Central y el río Tajo, servirá de base de operaciones para la corona leonesa, desde donde podía emprender un mayor hostigamiento contra las taifas de Córdoba, Sevilla, Badajoz y Granada.

La presión militar y económica sobre los reinos taifas hace que los reyes de las taifas de Sevilla, Granada, Badajoz y Almería decidan pedir ayuda a los almorávides que, en 1086, al mando del emir Yusuf ibn Tasufin cruzan el estrecho de Gibraltar y desembarcan en Algeciras.

En Sevilla, el ejército almorávide se une a las tropas de los reinos taifas y se dirigen a tierras extremeñas donde, el 23 de octubre de 1086, se enfrentan en la batalla de Zalaca a las tropas de Alfonso VI que se había visto obligado a abandonar el sitio a que sometía a la ciudad de Zaragoza. La batalla se salda con la derrota de las tropas cristianas que regresan a Toledo para defenderse, pero el emir no supo aprovechar la victoria, pues regresó apresuradamente a África a causa de la muerte de su hijo.

Alfonso solicitó a los reinos cristianos de Europa la organización de una cruzada contra los almorávides que habían recuperado casi todos los territorios que Alfonso había conquistado, con la excepción de Toledo, ciudad en la que Alfonso se hacía fuerte.Aunque la cruzada no llega finalmente a organizarse, sí provoca la entrada en la península de un importante número de cruzados entre los que destacan Raimundo de Borgoña y Enrique de Borgoña que contraerán matrimonio con dos hijas de Alfonso, Urraca (1090) y Teresa (1094) lo que va a provocar la entrada de la dinastía borgoñona en los reinos peninsulares.

En 1088 Yusuf ibn Tasufin cruza por segunda vez el estrecho, pero es derrotado en el cerco de la fortaleza de Aledo y la deserción de muchos de los reyes de las taifas musulmanas, lo que motivó que, en su próxima venida, el emir viniera con la decisión de destituirles a todos y quedarse él como único rey de todo al-Andalus.

En 1090 los almorávides realizan un tercer desembarco, destituyen al rey de Granada, vencen a al-Mamun, gobernador de Córdoba, y tras la batalla de Almodóvar del Río, entran en Sevilla enviando al exilio a su rey al-Mutamid.

En 1097 se produce un cuarto desembarco almorávide. La noticia la recibe Alfonso VI cuando se dirigía a Zaragoza para prestar ayuda a su vasallo el rey Al-Musta'in II en su enfrentamiento con el recién coronado Pedro I de Aragón. El objetivo almorávide es nuevamente Toledo, en cuyo camino se encuentra el castillo de Consuegra y donde, el 15 de agosto, se encontrarán con las tropas cristianas que nuevamente resultarán derrotadas en la batalla de Consuegra lo que supondrá la confirmación del periodo de decadencia del reinado de Alfonso VI que ya se había iniciado en 1086 con la derrota de Zalaca.

En 1102, Alfonso envía tropas en auxilio de Valencia frente a la amenaza almorávide. La ciudad había sido conquistada en 1094 por El Cid y desde la muerte de éste, en 1099, estaba gobernada por su viuda Jimena. La batalla tuvo lugar en Cullera sin un claro vencedor, aunque Valencia cayó en manos almorávides ante lo costoso que resultaba para Alfonso defender esta plaza.

En 1108 las tropas del almorávide Tamim, gobernador de Córdoba e hijo de Yusuf ibn Tasufin se dirigen nuevamente contra los territorios cristianos, pero la ciudad elegida no es Toledo sino Uclés. Alfonso se encontraba en Sahagún, recién casado, mayor y con una vieja herida que le impide montar a caballo. Al mando del ejército se pone Álvar Fáñez, gobernador de las tierras de los Banu Di-l-Nun, y le acompaña el infante heredero Sancho Alfónsez con siete condes y las tropas concejiles de Alcalá y Catalañazor. Los ejércitos se enfrentan en la Batalla de Uclés, donde las tropas cristianas sufrirán otra dura derrota y en la que, además, morirá el infante heredero al trono, lo que tendrá como consecuencia un parón de 30 años en la reconquista y la independencia del condado portucalense.

Alfonso VI falleció en la ciudad de Toledo el día 1 de julio de 1109, a los sesenta y dos años de edad. Su cadáver fue conducido a la localidad leonesa de Sahagún, siendo sepultado en el Monasterio de San Benito de Sahagún, cumpliéndose así la voluntad del monarca

domingo, 17 de julio de 2011

PERSONAJES DE LA RECONQUISTA, SIGLO X: RAMIRO II

Ramiro II de León, llamado el Grande (c. 898 - León, enero de 951) fue el quinto rey de León (931 - 951) y uno de los más notables monarcas leoneses. Sus enemigos musulmanes lo llamaron El Diablo por su ferocidad y energía.
Hijo de Ordoño II, a la muerte de su padre, y tras ayudar a su hermano Alfonso a deponer a Alfonso Froilaz, hijo de Fruela II, se hizo con el dominio del norte de Portugal (926), al que añadió el de Galicia cuando murió su hermano Sancho en 929.
Luchó activamente contra los musulmanes. Derrotó a las huestes del califa omeya Abderramán III en la Batalla de Simancas (939), una de las más importantes de la Historia de España.

Ramiro se hizo coronar en León, según la Nómina Leonesa, el 6 de noviembre de 931. En 932, el nuevo Rey se trasladó a Zamora con objeto de armar un gran ejército para socorrer a la ciudad de Toledo, que le había pedido ayuda contra Abderramán III. Sin embargo, por entonces Alfonso IV ya se había arrepentido de su renuncia al trono, por lo que se trasladó a León con sus partidarios para recuperar el poder. Enterado Ramiro II de tales movimientos por mensaje del obispo Oveco, a quien había encomendado el gobierno en su ausencia, marchó sobre León con sus tropas e hizo detener y encerrar en un calabozo a su hermano.

Al comienzos del verano del año 933, el propio Califa, se presentaba con su ejército frente a San Esteban de Gormaz o Castromoros, de lo que Ramiro tuvo noticia por correos que le envió Fernán González. Una vez oído lo cual, según el cronista Sampiro, el rey puso en movimiento su ejército y salió contra ellos en un lugar llamado Osma, e invocando el nombre del Señor, mandó ordenar sus huestes y dispuso que todos los hombres se preparasen para el combate. El Señor le dio gran victoria, pues matando a buena parte de ellos y haciendo muchos miles de prisioneros trájolos consigo y regresó a su ciudad con señalado triunfo.

El verano del año 934, otra poderosa aceifa cordobesa marchó sobre Osma, y avanzando por el corazón de Castilla llegó hasta Pamplona, donde obtuvo la sumisión de la reina Toda de Pamplona, volvió sobre Álava y luego sobre Burgos y el monasterio de Cardeña -donde dio muerte a 200 monjes-, comenzando a retroceder desde Hacinas, acosado por guerrillas y emboscadas. Ramiro llegó al Duero cuando el ejército cordobés ya había alcanzado Burgos y Pamplona. Tomó sin gran esfuerzo la fortaleza de Osma y esperó allí el regreso de su enemigo, que marchaba por el mismo camino de entrada. Los Anales Castellanos Primeros resumen la acción que subsiguió: Segunda vez vinieron los moros a Burgos, en la era 972 (año 934). Pero nuestro rey Ramiro les salió al encuentro en Osma y mató a muchos millares de ellos.

Después de la pérdida de la estratégica Zaragoza, es fácil comprender la airada reacción del envanecido Abderramán III, tantas veces humillado y castigado por un rey cristiano tan notable como escaso en recursos. Tras cercar y conquistar Calatayud, Abderramán conquistó uno tras otro todos los castillos de la zona. Al llegar a las puertas de Zaragoza, Abu Yahya capituló, acción que el califa aprovechó para emplearlo en una ofensiva contra Navarra que concluyó en la capitulación de la reina Toda, que se declaró vasalla del califa.

"El califa omeya concibió entonces un proyecto gigantesco para acabar de una vez por todas con el reino leonés, al que denominó gazat al-kudra o campaña del supremo poder. El omeya reunió a más de cien mil hombres alentados por la llamada a la yihad. Desde la salida de Córdoba se dispuso que todos los días se entonase en la mezquita mayor la oración de la campaña, no con sentido deprecatorio, sino como anticipado agradecimiento de lo que no podía menos de ser un éxito incontrovertible."
A la cabeza de tan imponente fuerza militar, el califa cruzó el Sistema Central, adentrándose en territorio leonés en el verano de 939. Ramiro II reunió una coalición navarra, leonesa y aragonesa que aniquiló a los ejércitos del califa en agosto de 939, en la batalla de Simancas, una de las más destacadas no ya de la historia de España, sino de la de Europa.

Abderramán III "escapó semivivo" dejando en poder de los cristianos un precioso ejemplar del Corán, venido de Oriente, con sus valiosas guardas y su maravillosa encuadernación, y hasta su inestimable cota de malla, tejida con hilos de oro, que el sobresalto del suceso no le dejó tiempo a vestir. Del campamento mahometano "trajeron los cristianos muchas riquezas con las que medraron Galicia, Castilla y Álava, así como Pamplona y su rey García Sánchez".

Esta victoria permitió avanzar la frontera leonesa del Duero al Tormes, repoblando lugares como Ledesma, Salamanca, Peñaranda de Bracamonte Sepúlveda y Guadramiro.

Sobrevinieron unos años de relativa tranquilidad, únicamente salpicados por las continuas razzias musulmanas. En 950 el monarca leonés partió desde Zamora hacia su última aventura en tierras mahometanas, realizando una expedición de saqueo por el valle del Tajo, derrotando una vez más a las tropas califales en Talavera de la Reina, matando según Sampiro, a 12.000 musulmanes y apresando otros 7.000, obteniendo además un rico botín.

El Rey de León, físicamente decaído, fue sustituido por su hijo, el futuro Ordoño III, quien prácticamente se hizo cargo de los asuntos del reino. Al regreso de un viaje a Oviedo se vio aquejado de una grave enfermedad, de la que no conseguiría recuperarse.

El último acto público de su vida fue su abdicación voluntaria en León, la tarde del día 5 de enero de 951, cuando el Rey debía de contar unos 53 años. Creyéndose próximo a la muerte se hizo llevar a la Iglesia de San Salvador, contigua al Palacio, y a presencia de todos se despojó de sus vestiduras y vertió sobre su cabeza la ceniza ritual, uniendo en el mismo acto la renuncia solemne al trono y la práctica de la penitencia pública in extremis, con la misma fórmula que en su día pronunciara San Isidoro de Sevilla.

domingo, 10 de julio de 2011

PERSONAJES DE LA RECONQUISTA, SIGLO IX: WIFREDO EL BELLOSO

Conde de Barcelona (878-897), uno de los más caracterizados de la Marca Hispánica que Carlomagno había arrebatado a los musulmanes y a quien los condes prometían vasallaje. Carlomagno y su hijo Ludovico Pío, rey de Aquitania, dividieron los territorios conquistados en condados (Rosellón, Gerona, Ampurias, Besalú, Ausona, Urgel, Cerdaña, Barcelona y Pallars), al frente de los cuales pusieron a comes (condes), cargo no vitalicio ni hereditario.
De origen visigodo, se dispone de escasa información sobre su vida. Se sabe no obstante que fue hijo del conde Sunifredo de Urgel y que fue nombrado titular de dicho condado en sustitución del conde Salomón. Tras la rebelión de Bernardo de Gotia y su hijo Guillermo, aliados con los musulmanes, contra el rey franco Luis el Tartamudo, Wifredo fue nombrado conde de Barcelona, Gerona y Ausona.

La extensión de sus dominios, la presencia en ellos de Barcelona, única ciudad importante de la región, así como su energía hicieron de Wifredo un notable gobernante de sus condados. Hizo varias conquistas de gran importancia estratégica, como Montserrat, construyó y fortificó castillos para organizar la defensa del territorio, repobló varias comarcas, como Cardona y Ausona con hispani regresados del otro lado de los Pirineos, que décadas atrás habían huido hacia la Septimania franca de la invasión musulmana y siguieron considerándose como hispani. También fundó varias iglesias y monasterios, como el de San Juan de las Abadesas, y el de Santa María de Ripoll, el futuro panteón condal.

Los historiadores románticos y, sobre todo, los inspirados por el nacionalismo, han fabulado desde el siglo XIX hasta nuestros días para conseguir dotar de pedigrí a su proyecto político. De este modo se ha hecho de aquel lejano conde el padre de Cataluña y artífice de su independencia Jorge Pujol ha hablado de él en numerosas ocasiones como el «fundador de la nación catalana». Pero Wifredo ni siquiera gobernó nada denominado Cataluña, cuyo nombre se remonta a trescientos años después, ni fue independiente, pues el mando lo ejerció en nombre del rey franco, del cual fue vasallo. No obstante, la disolución del reino carolingio fue permitiendo, sobre todo tras la capitular de Quierzy de 877, la heredabilidad de algunos de sus dominios, lo que daría origen al feudalismo. Wifredo fue el primer conde hereditario de Barcelona y, por lo tanto, el fundador de la dinastía condal barcelonesa.

Fue muerto hacia 897 por el caudillo moro Lop ben Mohamed, señor de Lérida, tras lo que fue enterrado en el monasterio de Ripoll. Dividió sus posesiones entre sus hijos, Rodulfo, Borrell, Suniario, Mirón y Sunifredo.

Uno de los episodios más repetidos de la vida de Wifredo el Velloso es, paradójicamente, uno que nunca tuvo lugar: el relativo al nacimiento de la bandera cuatribarrada. Se trata de la hermosa leyenda sobre las barras de sangre dibujadas por el rey franco Carlos el Calvo en el escudo de Wifredo como premio por su muerte en lucha contra los normandos, durante los bélicos tiempos -que acabarían con la desmembración de la Cataluña norpirenaica- en los que la Marca Hispánica de tiempos carolingios era utilizada por los franceses para justificar la anexión de Cataluña a Francia.

Pero ni consta la participación de Wifredo en la lucha contra los normandos en 873, cuando ni siquiera sería conde de Barcelona, ni Carlos el Calvo fue contemporáneo de Wifredo. Además, en el siglo IX no existían las banderas ni los escudos heráldicos, introducidos en Europa por los cruzados en el siglo XII. Por último, el primer rey aragonés del que se conoce la utilización de las cuatro barras, como seña de Aragón, es Alfonso II (1162-1196).

PERSONAJES DE LA RECONQUISTA, SIGLO IX: ALFONSO III

Alfonso III de Asturias, llamado el Magno (c. 848 - Zamora, 20 de diciembre de 910), fue el rey de Asturias desde el año 866, hasta poco antes de su defunción, ocurrida en el año 910. Hijo y sucesor de Ordoño I y de su esposa, la reina Nuña, Alfonso III fue el último rey asturiano, o el primero de León, ya que en esta ciudad residió largas temporadas, y allí tenía su Consejo de Gobierno y Tribunal de Justicia.
Desde su ascenso al poder hubo de hacer frente a una serie de problemas internos: revueltas nobiliarias, conatos de rebelión en la propia dinastía, como el caso del infante Bermudo el Ciego. Llevó a cabo una fuerte actividad repobladora, acogiendo a una importante inmigración mozárabe, y consolidó el Duero como frontera meridional del reino, en torno a las plazas fuertes de Toro y Zamora.

Luchó enérgicamente contra los musulmanes, a los que derrotó en Polvoraria. Rechazó la yihad del rebelde omeya Ibn al-Qitt y pactó con Ibn Marwan al-Yalliqi, valí de Mérida.
Se casó con Jimena Garcés (866-910), cuya estirpe todavía se discute, aunque probablemente era hija del rey García de Pamplona. De este matrimonio nacieron los tres primeros reyes propiamente leoneses, García, Ordoño y Fruela, que ya en vida de su padre gobernaron respectivamente la frontera centro-oriental (la futura Castilla), Galicia y Portugal, y Asturias.

Sus últimos años de reinado son oscuros. Por motivos desconocidos, García trató de derrocarlo, lo que logró finalmente con el concurso de sus hermanos. Alfonso III abdicó, aunque conservó el título real, y murió en Zamora, al parecer tras emprender una última incursión en territorio musulmán.

Alfonso III tuvo que hacer frente a las ofensivas del príncipe al-Mundir, hijo del emir cordobés Mohámed I. La lucha fue casi cosntante entre 875 y 883. Las primeras incursiones omeyas tuvieron lugar en León y el Bierzo, pero fracasaron. La contraofensiva cristiana se saldó con la toma de Deza y Atienza.

Muhámmad armó una flota para atacar Galicia por mar, pero fue destrozada por una tormenta. Alfonso e Ibn Marwán se dirigieron por el valle del Tajo y derrotó al ejército cordobés en el monte Oxifer, junto al río Guadiana. Desde ese momento, el Reino de Asturias, engrandecido ya de forma majestuosa y con extensos territorios que gobernar, trasladará la capital desde Oviedo a León y comenzará a hablarse del Reino de León, con ocasionales divisiones del reino Asturleonés entre Asturias y León. Con las fronteras ampliadas hasta el río Duero y el Mondego, empezaron a afluir mozárabes. Aunque el reino es dividido entre sus tres hijos durante unos años: para García, León; para Ordoño, Galicia y para Fruela, Asturias. Gonzalo, que era clérigo, continuó siendo arcediano de Oviedo; y a Ramiro, por su corta edad, se le dio el título de rey pero sin territorio.

De su reinado caben destacar también los siguientes hechos culturales:

Convocó el segundo Concilio ovetense en el 893.

Mandó elaborar la Cruz de la Victoria, que figura en la actual bandera de Asturias, convertida en símbolo del Principado. La joya fue hecha por orfebres procedentes del reino franco. Ordenó su elaboración a principios del siglo X, como donación a la catedral de San Salvador. Hoy se guarda en la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo, y una copia cuelga del puente romano de Cangas de Onís

El hallazgo del sepulcro de Santiago convierte a Compostela en la 2ª sede apostólica después de Roma, con autoridad sobre clérigos de otros reinos y condados cristianos. Santiago se convierte en destino de peregrinos, verdaderos transmisores de cultura.

Con respecto al arte asturiano, durante el reinado de Alfonso III el Magno se da la llamada "Etapa Postrramirense" de la arquitectura prerrománica asturiana, con edificios de la importancia de San Salvador de Valdediós, Santo Adriano de Tuñón y la Basílica de Santiago de Compostela.

Ordenó la redacción de tres crónicas, en las que rehace la historia presentando al Reino de Asturias como el heredero del Reino visigodo: Crónica Albeldense (c. 881), Crónica profética (c. 883) y Crónica de los reyes visigodos o Crónica de Alfonso III (c. 911)

sábado, 9 de julio de 2011

PERSONAJES DE LA RECONQUISTA, SIGLO IX: ORDOÑO I

Ordoño I de Asturias (Oviedo, 821 — Íb., 866). Rey de Asturias entre los años 850 y 866. Fue hijo del rey Ramiro I de Asturias, y padre de Alfonso III el Magno.
Sucedió a su padre Ramiro I a su muerte, acaecida el día 1 de enero del 850. De esta forma se convirtió en el primer rey de Asturias en acceder al trono por herencia, no por elección de la nobleza. Poco después tuvo que hacer frente a una sublevación de los vascones, apoyados probablemente por los Banu Qasi de Zaragoza. Tras sofocar la rebelión, y mientras regresaba a Oviedo, tuvo noticias de que los musulmanes tenían intención de atacar las Vardulias. Ante esto se dirigió a su encuentro y les venció en las orillas del Ebro.

Ambas victorias no mejoraron mucho su tranquilidad, puesto que tras esto, el gobernador de Zaragoza, Musa ibn Musa, decidió fortificar la ciudad de Albaida (la actual Albelda de Iregua). Ante el peligro que esto suponía para sus intereses, asedió y posteriormente arrasó la ciudad.

En cuanto a sus relaciones con Al-Ándalus, apoyó a los mozárabes sublevados contra la autoridad del emir de Córdoba, acción que le valió la derrota de Batalla de Guadalacete (854).

Este fracaso le obligó a consolidarse en la zona comprendida entre el Duero y la Cordillera Cantábrica, repoblando y amurallando las ciudades de León, Astorga, Amaya y Tuy, convirtiéndolas en la defensa del reino.

Intentó avanzar en la reconquista a expensas del señor árabe de Tudela, consiguiendo controlar los accesos a Navarra y a las tierras de los vascones. El gobernante musulmán de Córdoba reaccionó mandando una fuerte expedición al valle de Miranda y Álava, que fue arrasada, donde el primer conde castellano Rodrigo fue completamente derrotado en la Batalla de la Morcuera. Esto frenó la reconquista por unos años.

Ordoño I, enfermo de gota, falleció en la ciudad de Oviedo el día 27 de mayo del año 866, y fue sucedido en el trono por su hijo primogénito, Alfonso III el Magno