Valladolid, 12 de mayo de 1258 – Toledo, 25 de abril de 1295), llamado «el Bravo», fue rey de Castilla[] (1284–1295). Era hijo de Alfonso X el Sabio, rey de Castilla y de su esposa, la reina Violante de Aragón, hija de Jaime I el Conquistador, rey de Aragón.
La sucesión de Alfonso X
El hijo primogénito de Alfonso X y heredero al trono, don Fernando de la Cerda, murió en 127 en Villa Real, cuando se dirigía a hacer frente a una invasión norteafricana en Andalucía. De acuerdo con el derecho consuetudinario castellano, en caso de muerte del primogénito en la sucesión a la Corona, los derechos debían recaer en el segundogénito, Sancho; sin embargo, el derecho romano privado introducido en el código de Las Siete Partidas establecía que la sucesión debía corresponder a los hijos de Fernando de la Cerda.
El rey Alfonso se inclinó en principio por satisfacer las aspiraciones de don Sancho, que se había distinguido en la guerra contra los invasores islámicos en sustitución de su difunto hermano. Pero posteriormente, presionado por su esposa Violante de Aragón y por Felipe III de Francia, tío de los llamados «infantes de la Cerda» (hijos de don Fernando), se vio obligado a compensar a éstos. Sancho se enfrentó a su padre cuando éste pretendió crear un reino en Jaén para el mayor de los hijos del antiguo heredero, Alfonso de la Cerda.
Finalmente, Sancho y buena parte de la nobleza del reino se rebelaron, llegando a desposeer a Alfonso X de sus poderes, aunque no del título de rey (1282). Sólo Sevilla, Murcia y Badajoz permanecieron fieles al viejo monarca. Alfonso maldijo a su hijo, a quien desheredó en su testamento, y ayudado por sus antiguos enemigos los benimerines empezó a recuperar su posición. Cuando cada vez más nobles y ciudades rebeldes iban abandonando la facción de Sancho, murió el Rey Sabio en Sevilla, el 4 de abril de 1284.
Reinado
Sancho se alzó como rey sin respetar la voluntad de su padre y fue coronado en Toledo el 30 de abril de 1284. Fue reconocido por la mayoría de los pueblos y de los nobles, pero al mismo tiempo hubo un grupo bastante numeroso de partidarios de los Infantes de la Cerda que reclamaban el acatamiento del testamento en cuestión. Durante todo el reinado de este monarca hubo luchas internas y peleas por alcanzar el poder. Uno de los personajes que más discordias provocó fue el infante don Juan (hermano de Alfonso X) y a su causa se unió el noble don Lope Díaz III de Haro, VIII Señor de Vizcaya. El rey Sancho hizo ejecutar al de Haro y mandó encarcelar a su tío el infante don Juan. También, según cuentan las crónicas, dio la orden de ejecutar a 4.000 seguidores de los infantes de la Cerda, pasándolos a cuchillo en la ciudad de Badajoz, a 400 en Talavera y a otros muchos en Ávila y Toledo.
Después de estos acontecimientos, perdonó a su tío don Juan, quien al poco tiempo volvió a sublevarse, ocasionando el conflicto de Tarifa. Don Juan llamó en su ayuda a los benimerines de Marruecos y sitiaron la plaza que estaba defendida por su gobernador Guzmán el Bueno, señor de León. Allí ocurrió el famoso acto heroico y la muerte inocente del hijo de Guzmán. La plaza de Tarifa fue fielmente defendida y los benimerines regresaron a su lugar de origen. Se desbarataron de esta manera los planes del infante don Juan y los del sultán de Marruecos, que pretendía una invasión.
Cuando subió al trono de Aragón Jaime II hubo un acercamiento con Sancho IV y los dos reyes, unidos, dieron un nuevo impulso a la Reconquista.
El rey Sancho IV fue un gran amigo, además de tutor, del personaje histórico conocido como el Infante don Juan Manuel.
Sancho murió en 1295, dejando como heredero a su hijo Fernando, de 9 años. Dejó también la herencia de las disputas y rivalidades con los infantes de la Cerda y sus partidarios.A su muerte, el cadáver de Sancho IV el Bravo recibió sepultura en la Capilla de Santa Cruz de la Catedral de Toledo, cumpliéndose así la voluntad del monarca, expresada en su testamento.El monarca, años antes de su fallecimiento, ordenó la erección de la Capilla de Santa Cruz de la Catedral de Toledo, lugar al que hizo trasladar el día 21 de noviembre de 1289 los restos de los reyes Alfonso VII el Emperador, Sancho III el Deseado y Sancho II de Portugal, que se encontraban sepultados en la capilla del Espíritu Santo de la catedral.
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